PERO CUANDO LLEGO LA 39ª NOCHE
Ella dijo: He llegado a saber ¡oh rey afortunado!, que el eunuco Kafur prosiguió de este modo el relato de su historia:
Entonces corrí al jardín, mientras que las mujeres y todos los demás se dirigían a casa del walí para contarle lo ocurrido. Y el walí se levantó y montó a caballo, llevando consigo peones que iban cargados de herramientas, sacos y canastos, y todo el mundo emprendió el camino del jardín siguiendo las indicaciones que yo había suministrado.
Y yo me cubrí de tierra la cabeza, empecé a golpearme la cara y llegué al jardín gritando: "¡Ay mi pobre ama! ¡Ay mis pobres amitas! ¡Ay! ¡Desdichados de todos nosotros!" Y así me presenté entre los comensales. Cuando mi amo me vió de aquella manera, cubierta la cabeza de tierra, aporreada la cara y gritando: ¡Ay! ¿Quién me recogerá ahora? ¿Qué mujer será tan buena para mí como mi pobre ama?", cambió de color, le palideció la tez, y me dijo:
"¿Qué te pasa, ¡oh Kafur!? ¿Qué ha ocurrido? Dime".
Y yo le contesté: ¡Oh amo mío! Cuando me mandaste que fuera a casa a pedirle tal cosa a mi ama, llegué y vi que la casa se había derrumbado, sepultando entre los escombros a mi ama y a sus hijas". Y mi amo gritó entonces: "¿Pero no se ha podido salvar tu ama?" Y yo dije: "Nadie se ha salvado, y la primera en sucumbir ha sido mi pobre ama".
Y me volvió a preguntar: "¿Pero y la más pequeña de mis hijas tampoco se ha salvado?" Y contesté: "Tampoco". Y me dijo: "¿Y la mula, la que yo suelo montar, tampoco se ha salvado?" Y dije: "No, ¡oh amo mío! porque las paredes de la casa y las de las cuadras se han derrumbado encima de todo lo que había en la casa, sin excluir a los carneros, los gansos y las gallinas. Todo se ha convertido en una masa informe debajo de las ruinas. Nada queda ya". Y volvió a preguntarme: "¿Ni siquiera el mayor de mis hijos?"
Y respondí: "¡Ay! ni siquiera ése. No ha quedado nadie con vida. Ya no hay casa ni habitantes. Ni siquiera quedan ya rastros de ello. En cuanto a los carneros, los gansos y las gallinas, deben ser en este momento pasto de los perros y los gatos".
Cuando mi amo oyó estas palabras, la luz se transformó para él en tinieblas; quedó privado de toda voluntad; las piernas no le podían sostener; se le paralizaron los músculos y se le encorvó la espalda. Después empezó a desgarrarse la ropa, a mesarse las barbas, a abofetearse y a quitarse el turbante. Y no dejó de darse golpes, hasta que se le ensangrentó todo el rostro. Y gritaba: "¡Ay mi mujer! ¡Ay mis hijos! ¡Qué horror! ¡Qué desdicha! ¿Habrá otra desgracia semejante a la mía?" Y todos los mercaderes se lamentaban y lloraban como él para expresarle su pesar, y se desgarraban las ropas.
Entonces mi amo salió del jardín seguido de todos los convidados, y no cesaba de darse golpes, principalmente en el rostro, andando como si estuviera borracho. Pero apenas había traspuesto la puerta del jardín, vió una gran polvareda y oyó gritos desaforados. Y no tardó en ver aparecer al walí con toda su comitiva, seguido de las mujeres y vecinos del barrio y de cuantos transeúntes se habían unido a ellos en el camino, movidos por la curiosidad. Y todo el gentío lloraba y se lamentaba.
La primera persona con quien se encontró mi amo fué con su esposa, y detrás de ella vió a todos sus hijos. Y al verlos se quedó estupefacto, como si perdiera la razón, y luego se echó a reír, y su familia se arrojó en sus brazos y se colgó a su cuello.
Y llorando decían: "¡Oh padre! ¡Alah sea bendito por haberte librado!" Y él les preguntó: "¿Y vosotros? ¿Qué os ha ocurrido?" Su mujer le dijo: "¡Bendito sea Alah, que nos permite volver a ver tu cara, sin ningún peligro! ¿Pero cómo lo has hecho para salvarte de entre los escombros? Nosotros ya ves que estamos perfectamente. Y a no ser por la terrible noticia que nos anunció Kafur, tampoco habría pasado nada en casa". Y mi amo exclamó: "¿Pero qué noticia es esa?" Y su mujer dijo: "Kafur llegó con la cabeza descubierta y la ropa desgarrada, gritando: "¡Oh mi pobre amo! ¡Oh mi desdichado amo!" Y le preguntamos: "¿Qué ocurre?, ¡oh Kafur!?" Y nos dijo: "Mi amo se había acurrucado junto a una pared para evacuar una necesidad, cuando de pronto la pared se derrumbó y le enterró vivo".
Entonces dijo mi amo: "¡Por Alah! Pero si Kafur acaba de venir ahora mismo gritando: "¡Ay mi ama! ¡Ay los pobres hijos de mi ama!" Y le he preguntado: "¿Qué ocurre, oh Kafur?" Y me ha dicho: "Mi ama, con todos sus hijos, acaba de perecer debajo de las ruinas de la casa".
Inmediatamente mi amo se volvió hacia donde estaba yo y vió que seguía echándome polvo sobre la cabeza, y desgarrándome la ropa, y tirando el turbante. Y dando una voz terrible, me mandó que me acercara.
Al acercarme me dijo: "¡Ah miserable esclavo! ¡Negro de mal agüero! ¡Hijo de una zorra y mil perros! ¡Maldito y de raza maldita! ¿Por qué has ocasionado tanto trastorno? ¡Por Alah que he de castigar tu crimen según se merece! Te he de arrancar la piel de la carne, y la carne de los huesos".
Y yo contesté resueltamente: "¡Por Alah! que no me has de hacer ningún daño, pues me compraste con mi vicio, y como fué ante testigos, declararán que sabías mi vicio de decir una mentira cada año, y así lo anunció el pregonero. Pero he de advertirte que todo lo que acabo de hacer no ha sido más que media mentira y me reservo el derecho de soltar la otra mitad que me corresponde decir antes que acabe el año".
Mi amo, al oírme, exclamó: "¡Oh tú, el más vil y maldito de todos los negros! ¿Conque lo que acabas de hacer no es más que la mitad de una mentira? ¡Pues valiente calamidad la que tú eres! ¡Vete, oh perro, hijo de perro, te despido! Ya estás libre de toda esclavitud". Y yo dije: "¡Por Alah! que podrás echarme, ¡oh mi amo! pero yo no me voy. De ninguna manera. He de soltar antes la otra mitad de la mentira. Y esto será antes de que acabe el año. Entonces me podrás llevar al zoco para venderme con mi vicio. Pero antes no me puedes abandonar, pues no tengo oficio de qué vivir. Y cuanto te digo es cosa muy legal, y legalmente reconocida por los jueces cuando me compraste".
Y mientras tanto, los vecinos que habían venido para asistir a los funerales se preguntaban qué era lo que pasaba. Entonces les enteraron de todo, lo mismo que al walí, a los mercaderes y a los amigos, explicándoles la mentira que yo había inventado. Y cuando les dijeron que todo aquello no era más que la mitad, llegaron todos al límite de la estupefacción, juzgando que aquella mitad era ya de suyo bastante enorme. Y me maldijeron, y me brindaron toda clase de insultos, a cual peor de todos. Y yo seguía riéndome, y ,decía: "No tenéis razón en reconvenirme, pues me compraron con mi vicio".
Y así llegamos a la calle en que vivía mi amo, y vió que su casa no era más que un montón de ruinas. Y entonces se enteró de que yo había contribuido a destruirla, pues le dijo su mujer; "Kafur ha roto todos los muebles, y los jarrones, y la cristalería, y ha hecho pedazos cuanto ha podido". Y llegando al límite del furor, exclamó: "¡En mi vida he visto un hijo de zorra como este miserable negro! ¡Y aun dice que no es más que la mitad de un embuste! ¿Pues qué sería una mentira completa? ¡Lo menos la destrucción de una o dos ciudades!"
E inmediatamente me llevaron a casa del walí, que me mandó dar tan soberana paliza, que me desmayé. Y encontrándome en tal estado, mandaron llamar a un barbero, que con sus instrumentos me castró del todo y cauterizó la herida con un hierro candente. Y al despertar me enteré de lo que me faltaba y de que me habían hecho eunuco para toda mi vida.
Entonces mi.amo me dijo: "Así como tú me has abrasado el corazón queriendo arrebatarme lo que más quería, así te lo quemo yo a ti, quitándote lo que querías más". Después me llevó consigo al zoco, y me vendió por más precio, puesto que yo había encarecido al convertirme en eunuco.
Desde entonces he causado la discordia y el trastorno en todas las casas en que entré como eunuco, y he ido pasando de un amo a otro, de un emir a un emir, de un notable a un notable, según la venta y la compra, hasta ser propiedad del mismo Emir de los Creyentes. Pero he perdido mucho, y mis fuerzas disminuyeron desde que me quedé sin lo que me falta.
Y tal es, ¡oh hermanos! la causa de mi castración. He aquí que se ha terminado mi historia. ¡Uassalam!"
Y los otros dos negros, oído el relato de Kafur, empezaron a reírse y a burlarse de él, diciendo: "Eres todo un bribón, hijo de bribón. Y tu mentira fué una mentira formidable".
Después el tercer negro, llamado Bakhita, tomó la palabra, y dirigiéndose a sus compañeros dijo:
HISTORIA DEL NEGRO BAKHITA, TERCER
EUNUCO SUDANES
Sabed, ¡oh hijos de mi tío! que cuanto acabamos de oír es inocente y vano. Os voy a contar la causa de haberme quedado capón y veréis que merecí peor castigo, pues he poseído a mi ama y he fornicado con el hijo de mi ama. Pero los detalles del fornicio son tan extraordinarios, tan prolijos en incidentes, que ahora sería muy largo su relato, pues he aquí, ¡oh primos míos! que se aproxima la mañana y nos va a sorprender la luz antes de abrir el hoyo y enterrar el cajón que hemos traído, y acaso nos comprometamos seriamente y nos expongamos a perder nuestras almas; de modo que hagamos el trabajo para el cual nos han enviado aquí, y después comenzaré a contaros los pormenores de mi fornicio y mi castración".
Dicho esto, se levantó el negro Bakhita, y con él los otros dos, que ya habían descansado, y entre los tres, alumbrados por la linterna, se pusieron a cavar un hoyo. Cavaban Kafur y Bakhita, mientras que Sauab recogía la tierra en un capazo y la echaba fuera. Y así abrieron el hoyo, y luego de depositar en él el cajón lo taparon con tierra y apisonaron el suelo. Recogieron las herramientas y el farol, salieron de la turbeh, cerraron la puerta y se alejaron rápidamente.
Y Ghanem ben-Ayub, que lo había oído todo desde lo alto de la palmera, vió cómo desaparecían a lo lejos. Y cuando pasó un gran rato, empezó a preocuparle lo que pudiera contener aquel cajón. Pero no se atrevió a bajar de la palmera, y aguardó a que brillase la primera claridad del alba. Entonces descendió de la palmera y empezó a cavar la tierra con las manos, no cesando hasta que logró sacar el cajón después de grandes esfuerzos.
Cogió entonces una piedra y rompió el candado con que estaba cerrado el cajón. Y al levantar la tapa vió a una joven que parecía dormida, pues la respiración movía acompasadamente su pecho. Estaba indudablemente bajo la influencia del banj.
Era de una sin igual hermosura, con una tez delicada, suave y deliciosa. Estaba cubierta de alhajas, llevaba al cuello un collar de oro con gemas preciosas, en las orejas, arracadas de una sola piedra inapreciable, y en los tobillos y en las muñecas unas pulseras de oro cuajadas de brillantes. Aquello debía valer más que todo el reino del sultán.
Cuando Ghanem reconoció bien a la hermosa joven, y se cercioró de que no había sufrido ninguna violencia de los eunucos que hasta allí la habían llevado para enterrarla viva, se inclinó hacia ella, la cogió en brazos y la depositó suavemente en el suelo. Y al respirar la joven el aire vivificador, adquirió su rostro nueva vida, exhaló un gran suspiro, tosió, y con estos movimientos se le cayó de la boca un pedazo de banj capaz de adormecer a un elefante dos noches seguidas.
Entonces entreabrió los ojos, ¡unos ojos adorables! y dominada todavía por el banj, exclamó con una voz llena de dulzura: "¿Dónde estás, Riha? ¿No ves que tengo sed? ¡Tráeme un refresco! ¿Y tú, Zahra, dónde estás? ¿Y Sabiha? ¿Y Schagarad Al-Dorr? ¿Y Nur Al-Hada? ¿Y Nagma? ¿Y Subhia? ¿Y tú sobre todo, Nozha, oh dulce y gentil Nozha? ¿En donde estáis que no me respondéis?" (1)
Y como nadie contestaba, la joven acabó por abrir completamente los ojos y miró en torno suyo. Y aterrada, clamó de este modo:
"¿Quién me habrá sacado de mi palacio para traerme entre estos sepulcros? ¿Que criatura podrá saber jamás lo que se oculta en el fondo de los corazones?
"iOh tu Retribuidor, que conoces los secretos más escondidos: tú sabrás distinguir a los buenos y a los malos el día, de la Resurrección!
Y Ghanem, que seguía de pie, avanzó algunos pasos y dijo: "¡Oh soberana de la hermosura, cuyo nombre debe ser más dulce que el jugo del dátil, y cuya cintura es más flexible que la rama de la palmera! ¡Yo soy Ghanem ben-Ayub, y aquí no hay en realidad palacios ni tumbas, sino un esclavo
(1) Estos nombres significan respectivamente: Brisa, Flor del jardín, Alba de la mañana, Rama de perlas, Luz del camino, Estrella de la noche, Estrella de la mañana, Delicias de jardín.
tuyo, que soy yo, y a quien el Clemente sin límites puso cerca de ti para librarte de todo mal y resguardarte de todo dolor! Acaso así, ¡oh la más deseada! te dignes mirarme con agrado".
Y la joven, en cuanto se cercioró de la realidad de cuanto veía, dijo: "¡No hay más Dios que Alah, y Mahomed es el enviado de Alah!" Después se volvió hacia Ghanem, le miró con sus ojos resplandecientes, y puesta la mano en el corazón dijo con su voz deliciosa: "¡Oh favorable joven! ¡Aquí me tienes, despertando entre lo desconocido! ¿Puedes decirme quién me ha traído hasta aquí?
" Y Ghanem respondió: "¡Oh señora mía! Te han traído tres negros eunucos y te traían metida en un cajón". Y le contó toda la historia: cómo le había sorprendido la noche fuera de la ciudad, cómo había sacado a la joven del cajón, y cómo, a no ser por él, habría perecido ahogada bajo la tierra.
Después le rogó que le contase su historia y el motivo de su aventura. Pero ella dijo: "¡Oh joven! ¡Glorificado sea Alah, que me ha puesto en manos de un hombre como tú! Pero ahora te ruego que me ocultes en el cajón y vayas en busca de alguien que pueda llevarlo a tu casa. Allí verás cuán provechoso es para ti, pues tendrás toda clase de delicias. Y te podré contar mi historia, y ponerte al corriente de mis aventuras".
Y Ghanem quedó encantado al oírla, y salió inmediatamente en busca de un arriero, y como era entrado el día y brillaba el sol en tódo su esplendor, la cosa no fué difícil. Volvió, pues, en seguida con
un arriero, y como había cuidado de meter a la joven en el cajón, le ayudó a cargarlo en el mulo, y emprendieron a toda prisa el camino de su casa. Y durante el viaje comprendió Ghanem que el amor a la joven había penetrado en su corazón, y se vió en el límite de la dicha al pensar que pronto sería suya aquella hermosura que vendída en el zoco habría valido diez mil dinares de oro, y que llevaba encma incalculables riquezas en joyas, pedrería y telas preciosas. Y estos pensamientos tan gratos hacían que sintiera impaciencia por llegar cuanto antes. Y al fin llegó, y él mismo ayudó al arriero con el cajón y llevarlo al interior de la casa.
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana la mañana, y discretamente interrumpió su relato.
Ella dijo: He llegado a saber ¡oh rey afortunado!, que el eunuco Kafur prosiguió de este modo el relato de su historia:
Entonces corrí al jardín, mientras que las mujeres y todos los demás se dirigían a casa del walí para contarle lo ocurrido. Y el walí se levantó y montó a caballo, llevando consigo peones que iban cargados de herramientas, sacos y canastos, y todo el mundo emprendió el camino del jardín siguiendo las indicaciones que yo había suministrado.
Y yo me cubrí de tierra la cabeza, empecé a golpearme la cara y llegué al jardín gritando: "¡Ay mi pobre ama! ¡Ay mis pobres amitas! ¡Ay! ¡Desdichados de todos nosotros!" Y así me presenté entre los comensales. Cuando mi amo me vió de aquella manera, cubierta la cabeza de tierra, aporreada la cara y gritando: ¡Ay! ¿Quién me recogerá ahora? ¿Qué mujer será tan buena para mí como mi pobre ama?", cambió de color, le palideció la tez, y me dijo:
"¿Qué te pasa, ¡oh Kafur!? ¿Qué ha ocurrido? Dime".
Y yo le contesté: ¡Oh amo mío! Cuando me mandaste que fuera a casa a pedirle tal cosa a mi ama, llegué y vi que la casa se había derrumbado, sepultando entre los escombros a mi ama y a sus hijas". Y mi amo gritó entonces: "¿Pero no se ha podido salvar tu ama?" Y yo dije: "Nadie se ha salvado, y la primera en sucumbir ha sido mi pobre ama".
Y me volvió a preguntar: "¿Pero y la más pequeña de mis hijas tampoco se ha salvado?" Y contesté: "Tampoco". Y me dijo: "¿Y la mula, la que yo suelo montar, tampoco se ha salvado?" Y dije: "No, ¡oh amo mío! porque las paredes de la casa y las de las cuadras se han derrumbado encima de todo lo que había en la casa, sin excluir a los carneros, los gansos y las gallinas. Todo se ha convertido en una masa informe debajo de las ruinas. Nada queda ya". Y volvió a preguntarme: "¿Ni siquiera el mayor de mis hijos?"
Y respondí: "¡Ay! ni siquiera ése. No ha quedado nadie con vida. Ya no hay casa ni habitantes. Ni siquiera quedan ya rastros de ello. En cuanto a los carneros, los gansos y las gallinas, deben ser en este momento pasto de los perros y los gatos".
Cuando mi amo oyó estas palabras, la luz se transformó para él en tinieblas; quedó privado de toda voluntad; las piernas no le podían sostener; se le paralizaron los músculos y se le encorvó la espalda. Después empezó a desgarrarse la ropa, a mesarse las barbas, a abofetearse y a quitarse el turbante. Y no dejó de darse golpes, hasta que se le ensangrentó todo el rostro. Y gritaba: "¡Ay mi mujer! ¡Ay mis hijos! ¡Qué horror! ¡Qué desdicha! ¿Habrá otra desgracia semejante a la mía?" Y todos los mercaderes se lamentaban y lloraban como él para expresarle su pesar, y se desgarraban las ropas.
Entonces mi amo salió del jardín seguido de todos los convidados, y no cesaba de darse golpes, principalmente en el rostro, andando como si estuviera borracho. Pero apenas había traspuesto la puerta del jardín, vió una gran polvareda y oyó gritos desaforados. Y no tardó en ver aparecer al walí con toda su comitiva, seguido de las mujeres y vecinos del barrio y de cuantos transeúntes se habían unido a ellos en el camino, movidos por la curiosidad. Y todo el gentío lloraba y se lamentaba.
La primera persona con quien se encontró mi amo fué con su esposa, y detrás de ella vió a todos sus hijos. Y al verlos se quedó estupefacto, como si perdiera la razón, y luego se echó a reír, y su familia se arrojó en sus brazos y se colgó a su cuello.
Y llorando decían: "¡Oh padre! ¡Alah sea bendito por haberte librado!" Y él les preguntó: "¿Y vosotros? ¿Qué os ha ocurrido?" Su mujer le dijo: "¡Bendito sea Alah, que nos permite volver a ver tu cara, sin ningún peligro! ¿Pero cómo lo has hecho para salvarte de entre los escombros? Nosotros ya ves que estamos perfectamente. Y a no ser por la terrible noticia que nos anunció Kafur, tampoco habría pasado nada en casa". Y mi amo exclamó: "¿Pero qué noticia es esa?" Y su mujer dijo: "Kafur llegó con la cabeza descubierta y la ropa desgarrada, gritando: "¡Oh mi pobre amo! ¡Oh mi desdichado amo!" Y le preguntamos: "¿Qué ocurre?, ¡oh Kafur!?" Y nos dijo: "Mi amo se había acurrucado junto a una pared para evacuar una necesidad, cuando de pronto la pared se derrumbó y le enterró vivo".
Entonces dijo mi amo: "¡Por Alah! Pero si Kafur acaba de venir ahora mismo gritando: "¡Ay mi ama! ¡Ay los pobres hijos de mi ama!" Y le he preguntado: "¿Qué ocurre, oh Kafur?" Y me ha dicho: "Mi ama, con todos sus hijos, acaba de perecer debajo de las ruinas de la casa".
Inmediatamente mi amo se volvió hacia donde estaba yo y vió que seguía echándome polvo sobre la cabeza, y desgarrándome la ropa, y tirando el turbante. Y dando una voz terrible, me mandó que me acercara.
Al acercarme me dijo: "¡Ah miserable esclavo! ¡Negro de mal agüero! ¡Hijo de una zorra y mil perros! ¡Maldito y de raza maldita! ¿Por qué has ocasionado tanto trastorno? ¡Por Alah que he de castigar tu crimen según se merece! Te he de arrancar la piel de la carne, y la carne de los huesos".
Y yo contesté resueltamente: "¡Por Alah! que no me has de hacer ningún daño, pues me compraste con mi vicio, y como fué ante testigos, declararán que sabías mi vicio de decir una mentira cada año, y así lo anunció el pregonero. Pero he de advertirte que todo lo que acabo de hacer no ha sido más que media mentira y me reservo el derecho de soltar la otra mitad que me corresponde decir antes que acabe el año".
Mi amo, al oírme, exclamó: "¡Oh tú, el más vil y maldito de todos los negros! ¿Conque lo que acabas de hacer no es más que la mitad de una mentira? ¡Pues valiente calamidad la que tú eres! ¡Vete, oh perro, hijo de perro, te despido! Ya estás libre de toda esclavitud". Y yo dije: "¡Por Alah! que podrás echarme, ¡oh mi amo! pero yo no me voy. De ninguna manera. He de soltar antes la otra mitad de la mentira. Y esto será antes de que acabe el año. Entonces me podrás llevar al zoco para venderme con mi vicio. Pero antes no me puedes abandonar, pues no tengo oficio de qué vivir. Y cuanto te digo es cosa muy legal, y legalmente reconocida por los jueces cuando me compraste".
Y mientras tanto, los vecinos que habían venido para asistir a los funerales se preguntaban qué era lo que pasaba. Entonces les enteraron de todo, lo mismo que al walí, a los mercaderes y a los amigos, explicándoles la mentira que yo había inventado. Y cuando les dijeron que todo aquello no era más que la mitad, llegaron todos al límite de la estupefacción, juzgando que aquella mitad era ya de suyo bastante enorme. Y me maldijeron, y me brindaron toda clase de insultos, a cual peor de todos. Y yo seguía riéndome, y ,decía: "No tenéis razón en reconvenirme, pues me compraron con mi vicio".
Y así llegamos a la calle en que vivía mi amo, y vió que su casa no era más que un montón de ruinas. Y entonces se enteró de que yo había contribuido a destruirla, pues le dijo su mujer; "Kafur ha roto todos los muebles, y los jarrones, y la cristalería, y ha hecho pedazos cuanto ha podido". Y llegando al límite del furor, exclamó: "¡En mi vida he visto un hijo de zorra como este miserable negro! ¡Y aun dice que no es más que la mitad de un embuste! ¿Pues qué sería una mentira completa? ¡Lo menos la destrucción de una o dos ciudades!"
E inmediatamente me llevaron a casa del walí, que me mandó dar tan soberana paliza, que me desmayé. Y encontrándome en tal estado, mandaron llamar a un barbero, que con sus instrumentos me castró del todo y cauterizó la herida con un hierro candente. Y al despertar me enteré de lo que me faltaba y de que me habían hecho eunuco para toda mi vida.
Entonces mi.amo me dijo: "Así como tú me has abrasado el corazón queriendo arrebatarme lo que más quería, así te lo quemo yo a ti, quitándote lo que querías más". Después me llevó consigo al zoco, y me vendió por más precio, puesto que yo había encarecido al convertirme en eunuco.
Desde entonces he causado la discordia y el trastorno en todas las casas en que entré como eunuco, y he ido pasando de un amo a otro, de un emir a un emir, de un notable a un notable, según la venta y la compra, hasta ser propiedad del mismo Emir de los Creyentes. Pero he perdido mucho, y mis fuerzas disminuyeron desde que me quedé sin lo que me falta.
Y tal es, ¡oh hermanos! la causa de mi castración. He aquí que se ha terminado mi historia. ¡Uassalam!"
Y los otros dos negros, oído el relato de Kafur, empezaron a reírse y a burlarse de él, diciendo: "Eres todo un bribón, hijo de bribón. Y tu mentira fué una mentira formidable".
Después el tercer negro, llamado Bakhita, tomó la palabra, y dirigiéndose a sus compañeros dijo:
HISTORIA DEL NEGRO BAKHITA, TERCER
EUNUCO SUDANES
Sabed, ¡oh hijos de mi tío! que cuanto acabamos de oír es inocente y vano. Os voy a contar la causa de haberme quedado capón y veréis que merecí peor castigo, pues he poseído a mi ama y he fornicado con el hijo de mi ama. Pero los detalles del fornicio son tan extraordinarios, tan prolijos en incidentes, que ahora sería muy largo su relato, pues he aquí, ¡oh primos míos! que se aproxima la mañana y nos va a sorprender la luz antes de abrir el hoyo y enterrar el cajón que hemos traído, y acaso nos comprometamos seriamente y nos expongamos a perder nuestras almas; de modo que hagamos el trabajo para el cual nos han enviado aquí, y después comenzaré a contaros los pormenores de mi fornicio y mi castración".
Dicho esto, se levantó el negro Bakhita, y con él los otros dos, que ya habían descansado, y entre los tres, alumbrados por la linterna, se pusieron a cavar un hoyo. Cavaban Kafur y Bakhita, mientras que Sauab recogía la tierra en un capazo y la echaba fuera. Y así abrieron el hoyo, y luego de depositar en él el cajón lo taparon con tierra y apisonaron el suelo. Recogieron las herramientas y el farol, salieron de la turbeh, cerraron la puerta y se alejaron rápidamente.
Y Ghanem ben-Ayub, que lo había oído todo desde lo alto de la palmera, vió cómo desaparecían a lo lejos. Y cuando pasó un gran rato, empezó a preocuparle lo que pudiera contener aquel cajón. Pero no se atrevió a bajar de la palmera, y aguardó a que brillase la primera claridad del alba. Entonces descendió de la palmera y empezó a cavar la tierra con las manos, no cesando hasta que logró sacar el cajón después de grandes esfuerzos.
Cogió entonces una piedra y rompió el candado con que estaba cerrado el cajón. Y al levantar la tapa vió a una joven que parecía dormida, pues la respiración movía acompasadamente su pecho. Estaba indudablemente bajo la influencia del banj.
Era de una sin igual hermosura, con una tez delicada, suave y deliciosa. Estaba cubierta de alhajas, llevaba al cuello un collar de oro con gemas preciosas, en las orejas, arracadas de una sola piedra inapreciable, y en los tobillos y en las muñecas unas pulseras de oro cuajadas de brillantes. Aquello debía valer más que todo el reino del sultán.
Cuando Ghanem reconoció bien a la hermosa joven, y se cercioró de que no había sufrido ninguna violencia de los eunucos que hasta allí la habían llevado para enterrarla viva, se inclinó hacia ella, la cogió en brazos y la depositó suavemente en el suelo. Y al respirar la joven el aire vivificador, adquirió su rostro nueva vida, exhaló un gran suspiro, tosió, y con estos movimientos se le cayó de la boca un pedazo de banj capaz de adormecer a un elefante dos noches seguidas.
Entonces entreabrió los ojos, ¡unos ojos adorables! y dominada todavía por el banj, exclamó con una voz llena de dulzura: "¿Dónde estás, Riha? ¿No ves que tengo sed? ¡Tráeme un refresco! ¿Y tú, Zahra, dónde estás? ¿Y Sabiha? ¿Y Schagarad Al-Dorr? ¿Y Nur Al-Hada? ¿Y Nagma? ¿Y Subhia? ¿Y tú sobre todo, Nozha, oh dulce y gentil Nozha? ¿En donde estáis que no me respondéis?" (1)
Y como nadie contestaba, la joven acabó por abrir completamente los ojos y miró en torno suyo. Y aterrada, clamó de este modo:
"¿Quién me habrá sacado de mi palacio para traerme entre estos sepulcros? ¿Que criatura podrá saber jamás lo que se oculta en el fondo de los corazones?
"iOh tu Retribuidor, que conoces los secretos más escondidos: tú sabrás distinguir a los buenos y a los malos el día, de la Resurrección!
Y Ghanem, que seguía de pie, avanzó algunos pasos y dijo: "¡Oh soberana de la hermosura, cuyo nombre debe ser más dulce que el jugo del dátil, y cuya cintura es más flexible que la rama de la palmera! ¡Yo soy Ghanem ben-Ayub, y aquí no hay en realidad palacios ni tumbas, sino un esclavo
(1) Estos nombres significan respectivamente: Brisa, Flor del jardín, Alba de la mañana, Rama de perlas, Luz del camino, Estrella de la noche, Estrella de la mañana, Delicias de jardín.
tuyo, que soy yo, y a quien el Clemente sin límites puso cerca de ti para librarte de todo mal y resguardarte de todo dolor! Acaso así, ¡oh la más deseada! te dignes mirarme con agrado".
Y la joven, en cuanto se cercioró de la realidad de cuanto veía, dijo: "¡No hay más Dios que Alah, y Mahomed es el enviado de Alah!" Después se volvió hacia Ghanem, le miró con sus ojos resplandecientes, y puesta la mano en el corazón dijo con su voz deliciosa: "¡Oh favorable joven! ¡Aquí me tienes, despertando entre lo desconocido! ¿Puedes decirme quién me ha traído hasta aquí?
" Y Ghanem respondió: "¡Oh señora mía! Te han traído tres negros eunucos y te traían metida en un cajón". Y le contó toda la historia: cómo le había sorprendido la noche fuera de la ciudad, cómo había sacado a la joven del cajón, y cómo, a no ser por él, habría perecido ahogada bajo la tierra.
Después le rogó que le contase su historia y el motivo de su aventura. Pero ella dijo: "¡Oh joven! ¡Glorificado sea Alah, que me ha puesto en manos de un hombre como tú! Pero ahora te ruego que me ocultes en el cajón y vayas en busca de alguien que pueda llevarlo a tu casa. Allí verás cuán provechoso es para ti, pues tendrás toda clase de delicias. Y te podré contar mi historia, y ponerte al corriente de mis aventuras".
Y Ghanem quedó encantado al oírla, y salió inmediatamente en busca de un arriero, y como era entrado el día y brillaba el sol en tódo su esplendor, la cosa no fué difícil. Volvió, pues, en seguida con
un arriero, y como había cuidado de meter a la joven en el cajón, le ayudó a cargarlo en el mulo, y emprendieron a toda prisa el camino de su casa. Y durante el viaje comprendió Ghanem que el amor a la joven había penetrado en su corazón, y se vió en el límite de la dicha al pensar que pronto sería suya aquella hermosura que vendída en el zoco habría valido diez mil dinares de oro, y que llevaba encma incalculables riquezas en joyas, pedrería y telas preciosas. Y estos pensamientos tan gratos hacían que sintiera impaciencia por llegar cuanto antes. Y al fin llegó, y él mismo ayudó al arriero con el cajón y llevarlo al interior de la casa.
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana la mañana, y discretamente interrumpió su relato.
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