PERO CUANDO LLEGO LA 56ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que Nozhatú se comió un pedazo de aquella galleta que le había dado su raptor. Y llegaron a Damasco, y fueron a albergarse en el khan Sultaní, situado cerca de Bab El-Malek. Y como Nozhatú estaba muy triste y seguía llorando, el beduíno le dijo muy furioso: "Como no ceses de llorar, vas a perder tu hermosura, y ya no podré venderte más que a algún judío asqueroso.
Piensa en esto, ¡oh desventurada!" Después la encerró en una de las habitaciones del khan, y se apresuró a ir al mercado en busca de los mercaderes de esclavos; y les propuso la compra de la hermosa joven, diciéndoles: "Puedo ofreceros una hermosa joven que he traído de Jerusalén. Tiene un hermano enfermo, pero lo he dejado en casa de unos parientes míos para que lo cuiden bien. De modo que el que quiera comprarla tendrá que decirle, para tranquilizarla, que su hermano enfermo está muy bien cuidado en Jerusalén. Y sólo con esta condición me prestaré a cederla en un precio muy prudente".
Entonces se levantó uno de los mercaderes, y dijo: "¿Qué edad tiene esa esclava?" Y contestó el beduíno: "Es muy joven, pues es virgen todavía, pero ya núbil. Y es bella, inteligente, cortés y llena de perfecciones. Pero como ha enflaquecido desde la enfermedad de su hermano, ha perdido algo de la plenitud de sus formas. Sin embargo, todo esto es fácil de recuperar con un poco de cuidado".
Entonces dijo el mercader: "Iré a ver esa esclava, y si es como dices, me quedaré con ella, pero te la pagaré cuando la haya revendido, porque la destino al rey Omar Al-Nemán, cuyo hijo, el príncipe Scharkán, es gobernador de Damasco, nuestra ciudad. Y este príncipe me dará una carta de presentación para el rey Omar Al-Nemán, el cual tiene una gran pasión por las esclavas vírgenes, y me la comprará muy bien. Y entonces te pagaré el precio que convengamos". Y el beduíno contestó: "Acepto esas condiciones".
Y se dirigieron hacia el khan donde se hallaba encerrada Nozhatú, y el beduíno llamó en alta voz a la joven, que estaba detrás del tabique. Y le dijo: `¡Oh Nahia ! ¡oh Nahia ! ", porque éste era el nombre que daba a su esclava. Y al oírlo Nozhatú, se echó a llorar y no contestó.
Entonces el beduíno invitó al mercader a que entrase. Y el mercader entró, y adelantándose hacia la joven, le dijo: "¡La paz sea contigo!" Y Nozhatú respondió con voz dulce como el azúcar: "¡Y contigo la paz y las bendiciones de Alah!"
El mercader quedó encantadísimo, y pensó: "¡Qué pureza de lenguaje!" Y ella miró al mercader, y se dijo: "Este venerable anciano tiene un aspecto muy simpático. ¡Haga Alah que me tome por esclava, y así podré librarme de ese feroz beduíno! Le hablaré cortésmente, para que resalten mis modales".
Y el mercader preguntó: "¿Cómo te encuentras, ¡oh joven!?" Y ella respondió con dulzura:
"¡Oh venerable jeique! me preguntas por mi estado, y mi estado no es para desearlo al peor de los enemigos. Pero toda persona lleva su destino colgado al cuello, como dice nuestro profeta Mohamed (¡sean con él la plegaria y la paz de Alah!) ".
Y al oír estas palabras, el mercader se asombró hasta el límite del asombro, y dijo para sí: "Estoy seguro de que sus facciones deben ser arrebatadoras, como su talento. Es una gran adquisición para el rey Omar Al-Nemán". Y volviéndose hacia el beduíno, exclamó: "¡Esta esclava es admirable! ¿Cuánto pides por ella?" Y el beduíno se enfureció, y dijo: "¿Cómo te atreves a llamarla admirable, cuando es la más vil de las criaturas? ¿No comprendes que se figurará que es realmente admirable y ya no tendré ninguna autoridad sobre ella?
Márchate, que ya no la vendo". Y comprendiendo el mercader que el beduino era un bruto rematado, emprendió otro camino, y dijo: "La acepto, ¡oh jeique! aunque sea la más vil de las criaturas, y te la compro a pesar de sus tachas". Y el beduíno, algo calmado, preguntó: "¿Y cuánto me ofreces?" Y contestó el mercader: "El proverbio dice que el padre es quien da nombre a su hijo. Pide lo que te parezca".
Pero el beduino insistió: "Tú eres quien ha de ofrecer". Y entonces el mercader, pensando que un bruto como aquel beduino no sabría apreciar el mérito de aquella joven, ofreció doscientos dinares, además de las arras y de los derechos de venta que correspondían al Tesoro. Pero el beduino lo rechazó: "¡No daría por doscientos dinares ni el pedazo de arpillera con que se cubre! ¡No quiero venderla ya; me la llevaré al desierto, para que apaciente mis camellos y muela el grano!"
Y gritó a la joven: "¡Ven acá, podrida, que vamos a marcharnos!" Y como no se moviese el mercader, se volvió hacia él, y exclamó: "¡Por mi gorro! He dicho que ya no vendo nada! ¡Vuelve la espalda y márchate, o si no, oirás cosas que no han de agradarte!"
Y el mercader dijo para sí: "¡Este beduíno que jura por su gorro es un bruto extraordinario! Pero le haré soltar su presa". Y sujetándole de la capa, exclamó: "¡Oh jeique! no te impacientes de ese modo. Ya veo que no tienes costumbre de vender. Se necesita mucha paciencia y mucha habilidad en estos asuntos.
Te daré lo que tú quieras; pero como se acostumbra en estos negocios, necesito ver el rostro y las facciones de la esclava".
Y el beduino dijo: "¡Mírala todo lo que quieras, y ponla, si quieres, completamente desnuda, pálpala y tócala por todas partes tanto como te dé la gana!" Pero el mercader levantó las manos al cielo, y exclamó: "¡Que Alah me libre de ponerla desnuda, como a las esclavas! No quiero más que verle el rostro".
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 57ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el mercader dijo: "No quiero más que verle la cara". Y se adelantó hacia Nozhatú, pidiéndole que le dispensase, y lleno de confusión se sentó a su lado, y le preguntó dulcemente: "¡Oh señora mía! ¿cuál es tu nombre?" Y ella, suspirando, dijo: "¿Me preguntas el nombre que llevo ahora, o mi nombre de los tiempos pasados?"
Y él, asombrado, exclamó: "¿Tienes un nombre nuevo y un nombre antiguo?" Y ella dijo: "Sí, ¡oh anciano! ¡Mi nombre antiguo es Delicias del Tiempo, y el nuevo es Opresión del Tiempo!" Al oír estas palabras llenas de amargura, el mercader notó que las lágrimas le bañaban los ojos.
Y la joven Nozhatú tampoco pudo contener sus lágrimas, y recitó estas estrofas:
Mi corazón te guarda, ¡oh viajero! ¿Hacia qué tierras desconocidas has partido, en qué pueblos, en qué moradas habitas?
¿En qué manantial bebes, ¡oh viajero!? Yo que te lloro, me alimento con las rosas de mi recuerdo y apago la sed en la abundante fuente de mis ojos.
Nada tan duro para mi pensamiento como tu ausencia, porque todo lo demais, comparado con esto, es cosa para mí risueña.
Pero al beduino le pareció que aquella conversación duraba mucho, y se acercó a Nozhatú con el látigo levantado, y le dijo: "¿Para qué charlar tanto? ¡Levántate el velo de la cara, y acabemos!" Y Nozhatú, desolada, suplicó al mercader: "¡Oh venerable jeique! líbrame de las manos de este bandido, porque si no, esta misma noche me mataré".
Y el mercader habló de este modo al beduíno: "Esta joven es un estorbo para ti. ¡Véndemela al precio que quieras!" Pero el heduíno insistió: "Has de ofrecer tú, o si no, la llevaré al desierto para que haga pastar a los camellos y recoja los excrementos del ganado".
Y el mercader dijo: "Para acabar de una vez, te ofrezco cincuenta mil dinares de oro". Pero aquel bruto testarudo lo rechazó: "!Alah nos asista! ¡Eso no me tiene cuenta!" Y el mercader dijo: "¡Sesenta mil dinares!" Pero el beduíno insistió: "¡Alah nos asista! ¡Eso no cubre ni siquiera el capital que gasté en alimentarla y en comprarle galletas de cebada! Porque sabe, ¡oh mercader! que me he gastado en ella, sólo en galletas de cebada, noventa mil dinares de oro".
Entonces el mercader, atolondrado por las locuras de aquel bruto, le dijo: "¡Ni tú, ni tu familia, ni todos los de vuestra tribu, habéis comido en toda vuestra vida por valor de cien dinares! Pero voy a hacerte la última oferta, y si la rechazas, iré a ver al príncipe Scharkán y le daré cuenta de los malos tratos sufridos por esta joven, que seguramente has robado, ¡oh miserable saqueador!
Te ofrezco pues, cien mil dinares". Entonces el beduíno dijo: "Te cedo la esclava a ese precio, pero es porque tengo necesidad de ir al zoco para comprar un poco de sal". Y el mercader no pudo dejar de reírse. Y todos marcharon a casa del mercader, que abonó al beduíno la cantidad convenida, después de haber hecho pesar moneda por moneda. Y el beduíno montó en su camello y emprendió el camino de Jerusalén, diciendo: "Si la hermana me ha producido cien mil dinares, el hermano me ha de producir otro tanto, por lo menos. Voy, pues, en busca suya".
Y efectivamente, al llegar a Jerusalén se puso a buscar a Daul'makán en todos los khanes, pero como ya se había marchado con el encargado del hammam., no pudo dar con él. Esto en cuanto al beduíno. Por lo que se refiere a la joven Nozhatú...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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