domingo, 25 de octubre de 2020

PERO CUANDO LLEGO LA 64ª Y 65ª NOCHE

PERO CUANDO LLEGO LA 64ª NOCHE



       Ella dijo:
       He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú  prosiguió de este modo:
       "Y este mismo califa Omar se encontró un día con un esclavo que llevaba a pacer el ganado de su amo, y le propuso comprarle una cabra; pero el pastor dijo: "No puedo venderla porque no me pertenece". Entonces el califa dijo: "Eres un esclavo ejemplar, y voy a comprarte para que seas libre".
        Y compró el pastor a su amo, y lo emancipó en seguida. Porque Omar pensaba:
 "¡No todos los días se encuentra un hombre que sea verdaderamente íntegro!"
       "Otro día, Hafsa, pariente de Omar, fué a buscarle, y le dijo: “!Oh Emir de los Creyentes! he sabido que en una expedición que Ibas de realizar has ganado mucho dinero. Así es que vengo, como pariente a pedirte un poco".
        Y Omar dijo: "¡Oh Hafsa! Alah me ha nombrado guardián de los bienes de los musulmanes, y todo ese dinero  es para el bien de los musulmanes. No lo tocaré ni por mi parentesco con tu padre, pues de otro modo perjudicaría a los intereses de mi  pueblo ".
       Y Nozhatú volvió a oír las exclamaciones de asombro con que nifestaban la admiración sus oyentes invisibles, pero cesó de hablar momento, y después dijo:
       "Hablaré ahora de la TERCERA PUERTA, que es la PUERTA DE LAS VIRTUDES.
       "Y será con ejemplos sacados de la vida de aquellos hombres justos entre los musulmanes, compañeros del Profeta (¡sean con él la paz y la plegaria!)
       "Nos cuentan que dijo Hassán Al-Bassrí: "No hay nadie que antes de entregar el alma no eche de menos tres cosas: no haber podido gozar por completo lo que había ganado durante su vida, no haber podido alcanzar lo que había esperado con constancia, y no haber podido realizar un proyecto largamente pensado".
       "Y alguien preguntó un día a Safián: "¿Puede ser virtuoso un hombre rico?" Y Safián respondió: "Puede serlo, y lo es cuando tiene paciencia con las vicisitudes de la vida y cuando da gracias al hombre con quien fué generoso, diciéndole: "¡Oh hermano mío! te debo haber hecho ante Alah una acción perfumada".
       "Y cuando Abdalah ben Scheddad vió acercarse la muerte, mandó llamar a su presencia a su hijo Mohammed, y le dijo: "He aquí, ¡oh Mohammed! mis últimos encargos: cultiva la devoción hacia Alah en privado y en público, sé siempre sincero en tus discursos, y glorifica siempre a Alah por sus dones y agradéceselos, porque el agradecimiento llama a otros beneficios. Y sabe muy bien, ¡oh hijo mío! que la dicha no reside en las riquezas acumuladas, sino en la piedad, ¡porque Alah te dispensará todas las cosas!"
       "Nos cuentan también que cuando el piadoso Omar ben-Abd El-Aiz llegó a ser el octavo califa ommiada, reunió a todos los miembros de la familia de los ommiadas, que eran muy ricos, y les obligó a entregarle todas sus riquezas en el Tesoro Público. Entonces todos fueron a buscar a Fátima, hija de Meruán, tía del califa, a la cual Omar respetaba mucho, y le rogaron que los librara de aquella desgracia.       Fátima fué a ver una noche al califa, y se sentó en la alfombra sin pronunciar una sola palabra. Y el califa le dijo: "¡Oh tía mía! puedes hablar lo que gustes". Pero Fátima respondió: "¡Oh Emir de los Creyentes! puesto que tú eres el amo, no he de ser la primera en hablar. Y además, nada se te oculta, ni siquiera el motivo de mi visita". Entonces Omar ben-Ad El-Aziz dijo: "Alah el Altísimo envió a su profeta Mahommed (¡sean con él la plegaria y la paz!) a fin de que fuere un bálsamo para las criaturas y un consuelo para todas las generaciones venideras. Entonces Mahommed (¡sean con él la paz y la plegaria!) reunió cuanto le pareció necesario, pero dejó a los hombres un río en que apagar su sed hasta el fin de los siglos. ¡Y a mí, que soy el califa, me ha tocado el cuidar de que ese río no se desvíe ni se pierda en el desierto!"

       En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.



                                          PERO CUANDO LLEGO LA 65ª NOCHE



       Ella dijo:
       He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú, mientras la escuchaban detrás del tapiz el príncipe Scharkán, los cuatro kadíes y el mercader, prosiguió de esta manera:
       "¡Y a mí, que soy el califa, me ha tocado el cuidado de que ese río no se desvíe ni se pierda en el desierto!"
        Entonces su tía Fátima le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! he comprendido tus palabras, y las mías serán ya inútiles". Y se fué a buscar a los Beni-Ommiah, que la aguardaban, y les dijo: "¡Oh descendientes de Ommiah! ¡No sabéis cuán grande es vuestra suerte con tener  por califa a Omar ibn-
Abd El-Aziz!"
       "Y el mismo califa Omar ibn-Abd El-Aziz, hombre probadamente íntegro, fué quien, al sentir cercana la muerte, reunió a todos sus hijos, y les dijo: "El perfume de la pobreza es agradable al Señor".
        Entonces Mosslim ibn-Abd El-Malek, uno de los presentes, repuso: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¿cómo puedes dejar a tus hijos en la pobreza, cuando eres su padre y el pastor del pueblo, y podrías enriquecerlos a expensas del Tesoro? ¿No valdría más eso que dejar todas tus riquezas a tu sucesor?"    Entonces el califa, moribundo en el lecho, se indignó, y dijo: "¡Oh Mosslim! ¿cómo había de darles ese ejemplo de corrupción, después de haberlos llevado toda mi vida por el buen camino? Asistí a los funerales de uno de mis antecesores, uno de los hijos de Meruán, y mis ojos vieron ciertas cosas, y juré no obrar así si algún día llegaba a ser califa".
       "Y el mismo Mosslim ben-Abd El-Malek nos contó lo que sigue: "Cierto día, cuando acababa de dormirme al regreso del entierro de un jeique, tuve un sueño en que se me apareció aquel venerable anciano, vestido con ropas más blancas que el jazmín; y se paseaba por un paraje delicioso, regado por arroyos y refrescado por una brisa que se había perfumado en los limoneros floridos. Y me dijo: "¡Oh Mosslim! ¿qué no haría uno durante su vida para alcanzar este premio que yo tengo ahora?"
       "Y he llegado a saber que en el reinado de Omar ibn-Abd El-Aziz un ordeñador de ovejas fué a visitar a un pastor amigo suyo, y le sorprendió ver en medio del rebaño dos perros salvajes. Y asustado de su aspecto, exclamó: "¿Qué hacen ahí esos perros tan terribles?" Y el pastor dijo: "No son perros, sino lobos domesticados. Y no le hacen daño al rebaño, porque soy la cabeza que dirige. Y cuando la cabeza está sana, el cuerpo está sano".
       "Y un día el mismo califa Omar dirigió a su pueblo, desde lo alto de un púlpito de barro, un sermón que se reducía a tres palabras. Y acabó así: "Ha muerto Abd El-Malek, y también sus antecesores y sucesores. Y yo también me moriré, como todos ellos".
       Entonces Mosslim dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes!, ese púlpito no es digno del califa, pues ni siquiera tiene barandilla! ¡Déjanos ponerle al menos una cadena como barandilla" Pero el califa contestó: "¡Oh Mosslim! ¿querrías que Omar llevase al cuello el día del Juicio un pedazo de esa cadena?"

       En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


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