PERO CUANDO LLEGO LA 76ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el eunuco gritó: "¡Oh grandísimo embustero! ¿Por qué dijiste que no sabías quién había cantado los versos? Ya sabemos que el cantor era tu compañero. Sabe, pues, que hasta que, lleguemos a Bagdad no me separaré de ti ni un instante, y cuando lleguemos correrás la misma suerte que el cantor!"
Al oír todo esto, aumentó el pánico de aquel hombre, que pensaba: "He aquí que me ha caído encima el más injusto de los castigos". Y el eunuco ordenaba mientras tanto a los esclavos: "Dadle este caballo y quitadle ese borrico". Y a pesar de las lágrimas del encargado, le cogieron el borrico y le obligaron a montar en un magnífico caballo entre los caballos del chambelán.
Y el eunuco llamó aparte a los esclavos y les dijo: "¡Vais a servir a este hombre durante todo el viaje, y cada cabello que pierda su cabeza será la pérdida de uno de vosotros! ¡Tened pues, con él todas las consideraciones y atended a sus menores necesidades!"
Pero el pobre encargado, al verse rodeado de aquel modo por todos aquellos esclavos, dió por segura su muerte. Y dijo al eunuco: "¡Oh generoso capitán! te juro que ese joven no es pariente mío, pues estoy solo en el mundo. Y soy un pobre encargado entre los encargados del hammam, ¡pero encontré a ese joven medio muerto a la puerta del hammam y lo recogí por Alah!
¡Y no he hecho nada que merezca castigo!"
Y se echó a llorar, y así siguió muy asustado, mientras la caravana avanzaba y el eunuco, que iba a su lado, se divertía a su costa, repitiéndole sin cesar: "¡Habéis turbado el sueño de mi señora con vuestros malvados versos!"
Sin embargo, en cada parada le invitaba a comer con él en el mismo plato, y a beber con él en la misma alcarraza, después de haber bebido él primero. Pero a pesar de todo, las lágrimas no se secaban en los ojos del encargado, que más perplejo que nunca, no sabía nada de Daul'makán, pues el eunuco se guardaba de hablarle de él.
Nozhatú, Daul'makán y el chambelán siguieron a la cabeza de la caravana. Y la última mañana, cuando sólo les quedaba una jornada de marcha, vieron levantarse delante de ellos una densa polvareda, que oscureció el cielo y creó la noche a su alrededor. Y el chambelán encargó a los suyos que no se moviesen, y él avanzó con cincuenta mamalik. Y al poco tiempo se disipó la polvareda y apareció un ejército formidable, que marchaba en orden de batalla al son de los tambores, con las banderas y las señeras al viento. Y en seguida se destacó del ejército un grupo de jinetes, que adelantó al galope; y cada mameluco del chambelán fué cercado por cinco jinetes.
Al ver esto, muy sorprendido, el chambelán preguntó: "¿Quiénes sois para proceder así con nosotros?" Y le contestaron: "¿Y vosotros quienes sois, de dónde venís y adónde vais?" El chambelán dijo: "Soy el gran chambelán del príncipe Scharkán, emir de Damasco, hijo del rey Omar Al-Nemán, señor de Bagdad y del país de Haurán. Y me envía el príncipe Scharkán para llevar a su padre el tributo de Damasco".
Al oír esto, todos los jinetes sacaron súbitamente los pañuelos, se los llevaron a los ojos y se echaron a llorar. Y el chambelán se quedó extremadamente sorprendido.
Y cuando hubieron acabado de llorar, su jefe se adelantó hacia el chambelán, y le dijo: "¡Contempla nuestra desesperación! ¡El rey Omar Al-Nemán ha muerto! ¡Y ha muerto envenenado!"
Después añadió: "Pero en cuanto a ti, ¡oh chambelán venerable! ven con nosotros y te llevaremos ante el gran visir Dandán, que está ahí en el centro del ejército, y te dará todos los pormenores de nuestra desdicha".
Entonces el chambelán no pudo menos de llorar también, y exclamó: "¡Oh qué viaje tan desgraciado acabamos de hacer!" Y todos marcharon en busca del gran visir Dandán. Y el chambelán le enteró de la misión que traía, y le enumeró los regalos de que era portador para el rey Omar Al-Nemán.
Pero el gran visir, al oír estas palabras que le recordaban a su señor, rompió en amargo llanto, y dijo al chambelán: "Sabe que el rey Omar Al-Nemán ha muerto envenenado, y ya te contaré los pormenores. Porque ahora he de enterarte de lo ocurrido. Y es lo siguiente:
"Cuando nuestro rey murió en la misericordia de Alah y en su clemencia sin límites, el pueblo se dividió al elegir el sucesor al trono; y los partidarios de uno y otro bando habrían llegado a las manos si los grandes y los notables no lo hubieran impedido. Y acabaron por someterse al parecer de los cuatro grandes kadíes de Bagdad, que designaron como sucesor al príncipe Scharkán, gobernador de Damasco. Y reuní al ejército para ir a Damasco y anunciar al príncipe la muerte de su padre y su elección para el trono.
"Pero debo decirte que en Bagdad hay un partido favorable a la elección del joven Daul'makán, aunque nadie sabe qué ha sido de él ni de su hermana Nozhatú'zamán, pues pronto hará cinco años que salieron para el Hdejaz, y no se han tenido noticias suyas".
Entonces el chambelán, aunque muy apesarado por la muerte del rey Omar Al-Nemán, se alegró hasta el límite de la alegría pensando en la probabilidad de que Daul'makán llegase a ser rey de Bagdad y del Khorasán. Así es que, dirigiéndose hacia el gran visir Dandán, le dijo. ..
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el eunuco gritó: "¡Oh grandísimo embustero! ¿Por qué dijiste que no sabías quién había cantado los versos? Ya sabemos que el cantor era tu compañero. Sabe, pues, que hasta que, lleguemos a Bagdad no me separaré de ti ni un instante, y cuando lleguemos correrás la misma suerte que el cantor!"
Al oír todo esto, aumentó el pánico de aquel hombre, que pensaba: "He aquí que me ha caído encima el más injusto de los castigos". Y el eunuco ordenaba mientras tanto a los esclavos: "Dadle este caballo y quitadle ese borrico". Y a pesar de las lágrimas del encargado, le cogieron el borrico y le obligaron a montar en un magnífico caballo entre los caballos del chambelán.
Y el eunuco llamó aparte a los esclavos y les dijo: "¡Vais a servir a este hombre durante todo el viaje, y cada cabello que pierda su cabeza será la pérdida de uno de vosotros! ¡Tened pues, con él todas las consideraciones y atended a sus menores necesidades!"
Pero el pobre encargado, al verse rodeado de aquel modo por todos aquellos esclavos, dió por segura su muerte. Y dijo al eunuco: "¡Oh generoso capitán! te juro que ese joven no es pariente mío, pues estoy solo en el mundo. Y soy un pobre encargado entre los encargados del hammam, ¡pero encontré a ese joven medio muerto a la puerta del hammam y lo recogí por Alah!
¡Y no he hecho nada que merezca castigo!"
Y se echó a llorar, y así siguió muy asustado, mientras la caravana avanzaba y el eunuco, que iba a su lado, se divertía a su costa, repitiéndole sin cesar: "¡Habéis turbado el sueño de mi señora con vuestros malvados versos!"
Sin embargo, en cada parada le invitaba a comer con él en el mismo plato, y a beber con él en la misma alcarraza, después de haber bebido él primero. Pero a pesar de todo, las lágrimas no se secaban en los ojos del encargado, que más perplejo que nunca, no sabía nada de Daul'makán, pues el eunuco se guardaba de hablarle de él.
Nozhatú, Daul'makán y el chambelán siguieron a la cabeza de la caravana. Y la última mañana, cuando sólo les quedaba una jornada de marcha, vieron levantarse delante de ellos una densa polvareda, que oscureció el cielo y creó la noche a su alrededor. Y el chambelán encargó a los suyos que no se moviesen, y él avanzó con cincuenta mamalik. Y al poco tiempo se disipó la polvareda y apareció un ejército formidable, que marchaba en orden de batalla al son de los tambores, con las banderas y las señeras al viento. Y en seguida se destacó del ejército un grupo de jinetes, que adelantó al galope; y cada mameluco del chambelán fué cercado por cinco jinetes.
Al ver esto, muy sorprendido, el chambelán preguntó: "¿Quiénes sois para proceder así con nosotros?" Y le contestaron: "¿Y vosotros quienes sois, de dónde venís y adónde vais?" El chambelán dijo: "Soy el gran chambelán del príncipe Scharkán, emir de Damasco, hijo del rey Omar Al-Nemán, señor de Bagdad y del país de Haurán. Y me envía el príncipe Scharkán para llevar a su padre el tributo de Damasco".
Al oír esto, todos los jinetes sacaron súbitamente los pañuelos, se los llevaron a los ojos y se echaron a llorar. Y el chambelán se quedó extremadamente sorprendido.
Y cuando hubieron acabado de llorar, su jefe se adelantó hacia el chambelán, y le dijo: "¡Contempla nuestra desesperación! ¡El rey Omar Al-Nemán ha muerto! ¡Y ha muerto envenenado!"
Después añadió: "Pero en cuanto a ti, ¡oh chambelán venerable! ven con nosotros y te llevaremos ante el gran visir Dandán, que está ahí en el centro del ejército, y te dará todos los pormenores de nuestra desdicha".
Entonces el chambelán no pudo menos de llorar también, y exclamó: "¡Oh qué viaje tan desgraciado acabamos de hacer!" Y todos marcharon en busca del gran visir Dandán. Y el chambelán le enteró de la misión que traía, y le enumeró los regalos de que era portador para el rey Omar Al-Nemán.
Pero el gran visir, al oír estas palabras que le recordaban a su señor, rompió en amargo llanto, y dijo al chambelán: "Sabe que el rey Omar Al-Nemán ha muerto envenenado, y ya te contaré los pormenores. Porque ahora he de enterarte de lo ocurrido. Y es lo siguiente:
"Cuando nuestro rey murió en la misericordia de Alah y en su clemencia sin límites, el pueblo se dividió al elegir el sucesor al trono; y los partidarios de uno y otro bando habrían llegado a las manos si los grandes y los notables no lo hubieran impedido. Y acabaron por someterse al parecer de los cuatro grandes kadíes de Bagdad, que designaron como sucesor al príncipe Scharkán, gobernador de Damasco. Y reuní al ejército para ir a Damasco y anunciar al príncipe la muerte de su padre y su elección para el trono.
"Pero debo decirte que en Bagdad hay un partido favorable a la elección del joven Daul'makán, aunque nadie sabe qué ha sido de él ni de su hermana Nozhatú'zamán, pues pronto hará cinco años que salieron para el Hdejaz, y no se han tenido noticias suyas".
Entonces el chambelán, aunque muy apesarado por la muerte del rey Omar Al-Nemán, se alegró hasta el límite de la alegría pensando en la probabilidad de que Daul'makán llegase a ser rey de Bagdad y del Khorasán. Así es que, dirigiéndose hacia el gran visir Dandán, le dijo. ..
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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