viernes, 25 de septiembre de 2020

PERO CUANDO LLEGO LA 62ª Y 63ª NOCHE

PERO CUANDO LLEGO LA 62ª  NOCHE



       Ella dijo:
       "No os citaré más que algunos rasgos principales.
       "Cierto día, uno de los chambelanes del califa Moawiah fué a anunciarle que un graciosísimo cojitranco llamado Aba-Bahr ben-Kais estaba esperando a la puerta. Y el califa dijo: "llacedle pasar". Y el cojitranco entró, y el califa Moawiah le dijo: "Acércate para que me deleite con tus palabras". Y le preguntó: "¡Oh Aba-Bahr! ¿cuál es tu opinión acerca de mí?" Y respondió el cojitranco:
        "¿La mía? Sabe, ¡oh Emir de los Creyentes! que mi oficio es afeitar cabezas, cortar bigotes, cuidar las uñas, depilar sobacos, afeitar ingles, limpiar los dientes, y en caso de necesidad, sangrar las encías; pero nunca haré ninguna de esas cosas en día de viernes, porque sería un sacrilegio".
        Entonces el califa le dijo: "¿Y cuál es tu opinión acerca de ti mismo?" Y el cojitranco respondió:   "Pongo un pie delante del otro y lo hago adelantar lentamente, siguiéndolo siempre con la vista".
        El califa preguntó entonces: "¿Cuál es tu opinión acerca de tus jefes?" Y el otro contestó: "Al entrar los saludo con toda ceremonia, y aguardo que me devuelvan el saludo".
       Entonces preguntó el califa: `¿Y cuál es tu opinión acerca de tu mujer?" Y exclamó el cojitranco: "Dispénsame de contestar a eso, ¡oh Emir de los Creyentes!" Pero el califa insistió: "Te conjuro a que me contestes, ¡oh Aba-Bahr!'
       Y entonces el cojitranco dijo: "Mi esposa, como todas las mujeres, fué creada de la última costilla, que es una costilla de mala calidad y toda torcida". Y el califa dijo: "¿Pero qué haces cuando quieres acostarte con ella?" Y el cojitranco respondió: "Le hablo con agrado para prepararla bien, después le doy dos besos en todas partes, para excitarla como es debido, y apenas está en la disposición que tú comprendes, la tumbo de espaldas y la cabalgo. Y entonces, cuando la gota de nácar se ha inscrustado en su cimiento, exclamo: "¡Oh Señor!, haz que esta simiente se cubra de bendiciones, y no le asignes una forma mala; modélala según la belleza!" Después me levanto para hacer mis abluciones; cojo agua con las dos manos, la hago correr por mi cuerpo, finalmente glorio a Alah por sus beneficios".
        Entonces el califa exclamó: "En verdad, has contestado deliciosamente. Así es que quiero que me pidas algo". Y Aba-Bahr el cojitranco dijo: "¡Unicamente que la justicia sea igual para todos!" Y se fué. Y el califa exclamó: "¡Aunque en todo el reino del Irak no hubiera más que este sabio, bastaría con esto!"
       "Reinando el califa Omar ibn-Al-Khattab, era su tesorero el anciano Moaikab..."

       En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
 


                                         Y CUANDO LLEGO LA 63ª  NOCHE



       Ella dijo:
       He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú prosiguió de este modo:
       "Reinando el califa Omar ibn-Al-Khattab, era su tesorero el anciano Moaikab, y como fuese a visitarle el hijo menor de Omar, acompañado de su nodriza, Moaikab le dió al niño un dracma de plata.  Pero al poco tiempo el califa le mandó llamar, y le dijo: "¿Qué has hecho, ¡oh Moaikab!? Ese dracma de plata que has dado a mi hijo es un robo contra toda nuestra nación de musulmanes". Y Moaikab, que era un hombre íntegro, comprendió que había faltado, y no cesó de exclamar: "¿Dónde habrá en la tierra un hombre tan admirable como nuestro emir?"
       "Cuentan también que el califa Omar salió a pasearse de noche acompañado del venerable Aslam Abu-Zeid. Viendo a lo lejos una hoguera, se acercó hacia allí, y vio a una pobre mujer que encendía
unas ramas debajo de una cacerola y tenía a su lado a dos niños muy enclenques que gemían de un modo lamentable. Y Omar dijo: "La paz sea contigo, ¡oh buena mujer! ¿Qué haces ahí, sola, de noche y con este frío?" Ella respondió: "Estoy calentando un poco de agua para dársela a beber a mis niños, que se mueren de hambre y frío; ¡pero algún día pedirá Alah cuenta al califa Omar de la miseria en que nos vemos!"
       Y el califa que estaba disfrazado, se conmovió profundamente y dijo: "¿Pero crees, ¡oh mujer! que Omar conoce tu miseria y no la alivia?"
       Y ella contestó: "Entonces, ¿para qué es Omar califa, si ignora la miseria de su pueblo y de cada uno de sus súbditos?"
        El califa calló, y ordenó al venerable Aslam Abu-Zeid que le siguiese. Y anduvo muy aprisa, hasta que llegó a la mayordomía de su casa; y entró en el almacén de la mayordomía y sacó un saco de harina de entre los sacos de harina y una vasija llena de grasa de carnero, y pidió a Abu-Zeid que le ayudase a echárselo a cuestas. Y Abu-Zeid se asombró hasta el límite del asombro, y dijo: "¡Déjame que lo lleve yo a hombros, ¡oh Emir de los Creyentes!" Pero el califa repuso: "¿Acaso podrás llevar también la carga de mis pecados el día de la Resurrección?"
        Y obligó a Abu-Zeid a que le echase encima el saco de harina y la vasija de grasa de carnero. Y el califa anduvo apresuradamente, cargado de aquel modo, hasta que llegó junto a la pobre mujer. Y cogió harina, y cogió grasa, y lo echó todo en la cacerola, y con sus propias manos preparó aquel alimento. Y se inclinó hacia el fuego para soplarlo, y como tenía unas barbas muy largas, el humo de la leña se abría camino por entre las espesuras de aquellas barbas. Y apenas estuvo preparado aquel alimento, Omar se lo ofreció a la mujer y a las criaturas, que comieron hasta saciarse, a medida que Omar lo iba enfriando con sus soplos. Entonces Omar les dejó la harina y la vasija de grasa, y se fué, diciendo a Abu-Zeid: "¡Oh Abu-Zeid! la luz de ese fuego me ha alumbrado".

       En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

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